Hoy recorreremos, con Fernando de Herrera, todos esos caminos anchos y polvorientos de aventura, con su gloria sangrienta de esplendor, pero también de albada sobre el mar de un nuevo mundo no solo geográfico, sino también literario, en nuestro Siglo de Oro. Fernando de Herrera, más conocido como “El Divino”, es un poeta que en sus días no será enmarcado como, estrictamente, poeta, o un poeta puro, sino como lo que hoy podríamos llamar, sin carga peyorativa, un intelectual, o un literato: un hombre ilustrado antes de la Ilustración, famoso por su versatilidad erudita, y por cómo se batirá el cobre de su juicio en todos los temas de fe, pero también de modernidad literaria, que agitarán sus días. El sevillano Fernando de Herrera será nuestro primer crítico por su estudio de la poesía de Garcilaso de la Vega; pero, además, uno de nuestros primeros grandes escritores culturalistas -o culteranistas, como Luis de Góngora, en el decir de la época- que afirma su propia obra en la obra ajena; y no únicamente desde el comentario y la interpretación -en este caso, no sólo de Garcilaso, sino de la llegada del petrarquismo a España-, sino, también, desde una creación genuina y personal que se posicionará a partir de esa misma obra que analiza, de manera que el flujo natural de sus propios poemas pondrá de manifiesto sus deudas, al homenajearla abiertamente, desde una escritura que dialoga, se refunda y crece en ese manantial de la obra previa. Así, no habría Fernando de Herrera sin Garcilaso; pero, seguramente, tampoco habría llegado Garcilaso de la Vega hasta nosotros, tan entendido y valorado como lo seguimos leyendo actualmente, sin ese acompañamiento textual, pleno de generosidad y matices, desde su análisis de crítico, de Fernando de Herrera.
No eran molinos. Clásicos de la literatura española
Sonetos, de Fernando de Herrera
28/04/2023
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