Nacido en Castro-Urdiales, en Cantabria, en 1586, Antonio Hurtado de Mendoza encuentra su manera de hacerse valer en la Corte. Desde el servicio al Duque de Lerma, conocerá al Conde-Duque de Olivares, que se fija en él y lo pone al servicio del nuevo rey, Felipe IV, como también al suyo, en 1621. De su obra teatral afirmará Pérez de Montalbán que, “si no el primero, uno de los primeros en esta clase de ejercicios, uno de los mejores, como lo confirmaron tantos aplausos logrados”. Francisco Bernardo de Quirós, cuando hace la descripción de una academia burlesca, se refiere así a Antonio Hurtado de Mendoza: “Docto palaciego y aliñado escritor cómico, cuyas comedias fueron ramilletes fragantes y admiración”, y lo selecciona junto a Guillén de Castro, Jiménez de Enciso, Quiñones de Benavente, Tirso de Molina y Francisco de Quevedo. Salas Barbadillo le dedica el Plato quinto de las Musas, con cuatro comedias antiguas, “por ser quien ha escrito algunas con grande sal y agudeza, y no menos decoro y honestidad, parte que la consiguen pocos de los que se ejercitan en escribir chistes y donaires”. Y, sobre todo, Miguel de Cervantes, lo evoca con elogio en Viaje del Parnaso
No eran molinos. Clásicos de la literatura española
Obras líricas, de Antonio Hurtado de Mendoza
23/02/2024
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