En vida de Francisco de Quevedo, sus poemas ya circulan en copias manuscritas que no siempre se deben a su pluma. No es solamente un mero observador, sino un actor que vive en primer plano la complejidad de un tiempo, la primera mitad del siglo XVII en España, en el que el sol comienza ya a ponerse en todos nuestros sueños imperiales. El coloso tiene los pies de barro, y los ojos agudos de Quevedo lo saben apreciar. Su obra poética la formarán alrededor de 875 poemas: amorosos, morales e inmorales, satírico-burlesca, religiosos y fúnebres, y también poemas metafísicos. En 1605 Quevedo tiene 25 años y se publican sus poemas por primera vez en una antología titulada Primera parte de las flores de poetas ilustres de España, donde nos encontramos con diecisiete poemas. Quevedo trata de publicar su poesía completa en 1613, al padecer una aguda crisis espiritual, y lo intentará casi al final; aunque no termina la edición porque le asalta la muerte, en 1645.
La poesía de Francisco de Quevedo se puede dividir, por agrupaciones, en satírico-burlesca, severa o metafísica y amorosa. Es un hombre en la primera línea de la acción de su época y sabe distinguir sus matices de complejidad: canta a lo que ama y a lo que desprecia, es casi un fotógrafo del tiempo y trata, de la política dura del momento, hasta el pozo sin fin del alma humana.