Cuando Rafael Alberti escribe Con los zapatos puestos tengo que morir, Elegía cívica, que simbólicamente fecha el 1 de enero de 1930, la sombra de los ángeles caídos desde su precipicio ya se ha quedado atrás. Si en Sobre los ángeles vislumbramos el derrumbe del cielo sobre el hombre, ahora es la humanidad, concentrada en el sujeto poético, quien despierta y reclama las riendas del futuro, para adueñarse al fin de su destino, por encima del orden de la historia, con ese peso cíclico de piedra que siempre ha condenado al oprimido. Abandonado ya ese paraíso alejado y celeste de los ángeles, porque nada lo puede sostener, lo que espera es el barro de la vida encrespada en la injusticia, y también una toma de partido desde su posición ideológica. Eternamente moderno y renovado, generador de todas las líneas poéticas que recorrerán el siglo veinte, no hay un poeta español más ideológicamente definido entre el clavel y la espada, más poeta en la calle, que Rafael Alberti. Aunque, para que el canto se reencarne en el dolor herido de las masas, debe transformarse en su textura, casi descuartizarse y triturarse implacablemente a sí mismo, descomponiendo el eco del mundo anterior, del neopopularismo de Marinero en tierra al gongorismo urbano en Cal y canto, pasando por el íntimo surrealismo de Sobre los ángeles, para reconvertirse en otra hoguera.
No eran molinos. Clásicos de la literatura española
Elegía cívica, de Rafael Alberti
27/12/2024
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