Hoy entraremos con Pablo García Baena en ese Palacio del Cinematógrafo de Córdoba, en el que una vez vio a su adorada Marlene Dietrich cantar Mon dimanche, vestida con un frac masculino y sombrero de copa, Josef Von Stenberg. Marlene Dietrich besa con descaro a una bella mujer mientras mira a su amante, el legionario Gary Cooper, al que lanza una flor, que él se coloca sumisamente en la oreja, con una coquetería deliberada. Todo ello entre su voz y las nubes de humo que acentúan la atmósfera del cabaret, mientras Marlene nos mira y nos besa a nosotros. La escena apasionaba a Pablo García Baena por todo lo que sugería, por esa veladura del deseo, con su juego de espejos entre identidades cambiantes y ofrecidas, porque en un solo gesto decía más que cualquier discurso explícito. Pongo el foco en esa escena de Marruecos, con la bruma líquida que parece envolver a sus protagonistas, partiendo de Palacio del Cinematógrafo, uno de sus poemas emblemáticos, porque encarna parte de su intención estética, en su gozo mundano, desde un sensualismo elegante y vital, de claroscuros, siempre con su música verbal.
No eran molinos. Clásicos de la literatura española
Antiguo muchacho, de Pablo García Baena
03/03/2023
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