La voz de Carolina Coronado se alza con el vuelo de su romanticismo. Su primera escritura es la poesía: se estrena en el diario El Piloto, en 1839, a los 19 años, con una composición titulada A la palma. Aunque su familia es liberal -y por ello padecerá persecuciones-, entre las virtudes que en la época deben adornar a toda joven dama, aún no figura la escritura de versos. Sin embargo, Carolina Coronado guarda en su interior una auténtica vocación de escritora, ese tipo de voluntad férrea que nunca desfallece y que sale adelante ante cualquier circunstancia. Porque, además de las dificultades propias del momento para una mujer que desea entregar su vida a la creación literaria, hay otros temblores personales, íntimos, que la sacuden por dentro. Carolina Coronado no lo tendrá fácil: sufre catalepsia, una dolencia quebradiza del sueño que va desarrollando su debilidad enferma, pero también ese estado de tránsito brumoso entre la realidad y el despertar, la inmovilidad y el rayo que aparece en los ojos con pulso de verdad. Esa única verdad, para Carolina, será siempre escribir: padecerá depresiones de carácter nervioso y el mayor dolor posible, con el fallecimiento de sus hijos. Será la imagen hermosa de la neblina romántica, con la delicadeza y el quebranto ante la severidad de existir, pero también sostendrá esa antorcha latente de las almas que sufren, que resisten y caen, para alzarse después, con ese vuelo ardiente de cenizas.
No eran molinos. Clásicos de la literatura española
Poesías, de Carolina Coronado
05/07/2024
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