Pienso en las manos firmes de Gertrudis Gómez de Avellaneda sobre la baranda de la cubierta de popa de la fragata Bellocham el 9 de abril de 1836, mientras observa la bahía de Santiago de Cuba. La está dejando atrás. Tiene 22 años y, tras un escándalo social por amoríos, su padrastro ha convencido a su madre de la conveniencia de vender sus propiedades en Santa María de Puerto Príncipe, para cruzar el océano e instalarse definitivamente en la península. Mientras se aleja el barco, la mirada azul de Gertrudis no consigue apartarse de la bahía de Santiago de Cuba. Es una mujer bella, y ha disfrutado una vida ilustrada y cómoda, como corresponde a la juventud de la burguesía isleña, con reuniones elegantes para hablar de literatura francesa o de la obra de José María Heredia. Gertrudis escribe desde niña: con doce años, termina una novela fantástica. En el viaje, compondrá su famoso soneto Al partir. Ante la inmensidad del océano, acompaña a Gertrudis el ritmo de las olas y una nueva ilusión: conocer, al fin, España, la tierra tan soñada de su padre.
No eran molinos. Clásicos de la literatura española
Poesías, de Gertrudis Gómez de Avellaneda
20/09/2024
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