En febrero de 1924, el año en que publica Teresa. Rimas de amor, cuando ya hace tres de la aparición de La tía Tula, el dictador Primo de Rivera condena al exilio a Miguel de Unamuno. En julio es indultado, pero él se compromete a no volver hasta que caiga el dictador. Vive en Fuerteventura, París y Hendaya. No cesa en sus artículos y escribe, con creatividad infatigable, libros como La agonía del cristianismo, De Fuerteventura a París, Cómo se hace una novela, Romancero del destierro y un diario de especial temblor íntimo: Cancionero. Efectivamente: Unamuno no se rinde.
Tras haber prometido que no regresará de su exilio forzado hasta la caída de la dictadura, cuando vuelve en 1930, tras la destitución de Primo de Rivera, Miguel de Unamuno es recibido en Salamanca entre la apoteosis ciudadana. Tras su vuelta, el 1 de junio de 1930, Unamuno hace una excursión al lago de Sanabria, en cuyo fondo reposan las ruinas de un pueblo olvidado, Valverde de Lucerna. Esa visita al lago de Sanabria, con ese viejo pueblo sumergido, será un fogonazo emocional, paisajístico y espiritual. Tal es la identificación de Unamuno con ese sentimiento trágico de la vida, con su deseo a fuego vivo de la fe, y tal la frustración al no alcanzarla, que al regresar del verano escribe, en sólo un mes, San Manuel Bueno, mártir. Será su obra más leída y la más personal, y llevará a la cima su teoría de la novela.