Hoy nos adentraremos en las Soledades de Luis de Góngora: ese territorio tan enigmático como fastuoso, ebrio de hermosura sensual, y también de maleza lingüística, desvelado en una claridad de hondura lúcida. Estamos ante uno de los títulos más misteriosos y brillantes de la poesía de todos los tiempos. Pero también polémicos: en pocas ocasiones un conjunto de poemas -que no llega a publicarse en vida del autor- ha generado una controversia semejante, de entusiastas seguidores y también enconados detractores hasta la actualidad. Habitualmente, nos situamos ante las Soledades de Góngora no como solemos afrontar la lectura de cualquier poema, sino ante un reto, una especie de risco que debemos subir, algo así como el Ulises de Joyce en nuestro Siglo de Oro. El extraordinario estudio de Dámaso Alonso, publicado en su propia edición de las Soledades, en la editorial Revista de Occidente, en 1927, contribuyó a desentrañar el enigma de esta escritura cristalina y alta. Así, con Luis de Góngora vivimos el ecuador y vértice entre la recuperada tradición clásica grecolatina, actualizada por el neoclasicismo renacentista, y la modernidad fulgurante, que verá su eclosión definitiva, precisamente desde las Soledades, en la escritura de Federico García Lorca. Entre paisajes bucólicos que nos remiten a una escenografía conocida, con símbolos ardientes, en ocasiones de lectura verdaderamente difícil, pero nunca vacía, el reto es asomarnos a un sistema propio, con su gravitación lírica, y dejarnos llevar por un lenguaje salido ya del espacio y del tiempo, que se basta a sí mismo para ser y también conducirnos hacia la eternidad.
No eran molinos. Clásicos de la literatura española
Soledades, de Luis de Góngora
29/09/2023
23:42