La eterna poeta joven de Sevilla se llama Concepción de Estevarena. Vive 22 años, pero son suficientes para izar una obra poética desde su intimismo sensorial con resplandor romántico. Nada será fácil para ella, no sólo por su salud especialmente quebradiza, sino por la oposición de su padre a que su hija escriba versos. Estamos en Sevilla, el 10 de enero de 1868. Concepción de Estevarena cumple 14 años al tiempo que agoniza el reinado de Isabel II. Tras la muerte de Fernando VII y las regencias de su madre, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, y del general Espartero, pasarán la primera guerra carlista, la década moderada, el Bienio Progresista y los gobiernos de Unión Liberal. Aunque ha consolidado la estructura del estado liberal centralizado, los primeros propósitos modernizadores de ese absolutismo moderado yacen en el olvido, entre el pantano de la inestabilidad política. Pero es también la España de los poemas de Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro, el Don Juan de Zorrilla, el impresionismo costumbrista de Ramón de Mesonero Romanos y las novelas de Cecilia Böhl de Faber, más conocida como Fernán Caballero. Y también es la España isabelina en la que esta mujer muy precoz, Concepción de Estevarena, pese a su debilidad física y el rechazo paterno, con la ardiente pasión de la poesía que mantiene su llama en un pálido fuego, da la bienvenida a sus 14 años y siente ya asentada su vocación de escritora.
No eran molinos. Clásicos de la literatura española
Últimas flores, de Concepción de Estevarena
04/10/2024
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