La vida es sueño, de Calderón de la Barca, aúna su misterio existencial con ese artesonado dramático de niebla convertido en verdad. ¿Somos lo que soñamos? ¿Soñamos lo que somos? Tenemos una pugna entre el libre albedrío de los hombres y su predestinación, con la existencia entendida como esa nebulosa en movimiento antes de pasar a la vigilia; y también el dominio íntimo del ser, para descubrir la libertad de elegir las conductas que nos afirmarán como seres resueltos a encontrar nuestro propio horizonte, aunque sea resistir al fondo de una cueva. Temas existenciales, pero también hay más: cómo debe ser un gobernante y su ejemplaridad, la formación de los príncipes, esa disquisición interminable entre la justicia y el poder, y la capacidad de reinventar, incluso reescribir, nuestros contornos, a medida que la propia vida nos descubre no sólo lo que somos, sino lo que podríamos ser. Si hay un título del barroco que verdaderamente no requiere presentación, porque con citarlo nombraremos no sólo el argumento de la obra, sino el rico entramado metafórico, su alcance y extensión hasta tocar el fondo de espejo que también nos refleja, en nuestra propia vida y esperanza, decepciones y anhelos, mientras recorremos su lectura, es La vida es sueño. Estrenada en 1635, ninguna otra obra representa tanto la lucha del ser humano por alcanzar su libertad, por encima de todas las rutas anteriores que parecen trazadas para él. Porque ¿somos apenas un dibujo del destino, una sombra en el viento que nos derribará, o podemos fijar nuestros pies en la tierra, y enfrentarnos a él?
No eran molinos. Clásicos de la literatura española
La vida es sueño, de Calderón de la Barca
24/05/2024
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