Tiembla el drago ante el mar por Pino Ojeda, con ramas que parecen reposar sobre un equilibrio de edades superpuestas, tiembla su ancho tronco de hojas portentosas que conocen bien la eternidad. ¿Dónde está su mirada, en qué textura? Poco antes de la Guerra Civil, Pino Ojeda es una mujer joven que tiene la mirada en unas manos suaves que saben modelar el paisaje de su realidad. En Las Palmas de Gran Canaria, vemos a la muchacha que avanza entre unas calles populosas, cargando con el estuche de madera de las pinturas, para pintar sus acuarelas, ante la plenitud dorada y roja de la tarde. Pero porta, también, un cuaderno que muestra, en la cubierta, dibujada por ella, su propia condición erguida de oleaje, con ese mar alzado de los días, en una sucesión de azules en cascada, bajo la cresta de espuma. Ilustra las portadas de esos cuadernos, sí. Y, dentro, escribe sus poemas, inicios de novelas que no acaba y estructuras de obras de teatro que en su imaginación ya están sobre las tablas. Más que muchos talentos, Pino saborea una visión. Su sueño es ser maestra, pero ya es aprendiz de toda la belleza de la vida. Nadie puede imaginar, en sus reuniones jóvenes con otros artistas isleños, la guerra que aguarda; pero ella sabe bien que la luz no requiere retornar del abismo -frente a las mareas encrespadas, por aguas turbulentas, que observa en la penumbra de la noche creciente-, sino de la seguridad de saberla en el interior de una misma. Esa misma luz es la que guía a la creadora Pino Ojeda, literata total y artista plástica, escultora del sueño y lo tangible, por las grutas de su biografía, hasta llegar suavemente hasta nosotros, en forma de poema.
No eran molinos. Clásicos de la literatura española
Yo seguiré aquí, de Pino Ojeda
08/11/2024
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