Si hay un territorio en el que esa espesa niebla, de la que David Trueba siempre nos advierte, se cuela con facilidad es el de la conversación. Nuestro colaborador no tiene -como se suele decir- alma de portera y sí de constante observador de la realidad (uno nunca sabe donde se esconde la próxima historia). Es por eso que acostumbra a capturar algunos de los diálogos que se cruzan en su camino. Y es en esa intensa observación en la que advierte que escuchar las penas no es sencillo. A veces no tanto por el ruido que nos asfixia, como por esa especie de competición de desgracias en la que parecemos afanados en llevarnos un oro y en ningún caso (o en pocos) en entender al otro.
De escucha real, penas auténticas (o que creemos que lo son), empatía y mucho más, hablamos en estos minutos radiofónicamente humanos.