Nómadas   Geoparque de la Costa Vasca, tesoros de roca 07/09/2024 56:39

La esquina noroeste de la provincia de Guipúzcoa esconde un territorio único, un secreto a voces que aúna paisaje, ciencia, cultura y tradiciones vivas. Desde el mar hasta el interior, los 90 kilómetros cuadrados de Euskal Kostaldeko Geoparkea deparan una interminable sucesión de sorpresas. La más icónica y visible es el flysch, término derivado del alemán flissen (fluir) que se aplica en geología a las formaciones rocosas compuestas por una sucesión de capas de distinta dureza. En el caso de este Geoparque Mundial de la Unesco, son el resultado de un proceso de sedimentación submarina de decenas de millones de años que, fruto del choque de placas, se elevaron generando los espectaculares acantilados que caracterizan este tramo de la costa vasca que conecta los pueblos vecinos de Mutriku, Deba y Zumaia. Como explica el director científico del geoparque, Asier Hilario, el flysch es "un libro en piedra" que relata, con precisión notarial y sin elipsis, el devenir de nuestro planeta. Fenómenos como la extinción de los dinosaurios por el impacto de un meteorito tienen su reflejo en esta sucesión de láminas que podemos contemplar desde el mar, en una de las excursiones en barco que se organizan, o en tierra firme. El senderismo es una excelente opción para recorrer la línea costera y los verdes valles interiores, porque el Geoparque de la Costa Vasca también presta atención a la naturaleza, el paisaje kárstico y las tradiciones que habitan este entorno tapizado de bosques y campiña. El biólogo Alberto Luengo, autor del libro 'Apuntes sobre biodiversidad', nos ayuda a entender los cinco ecosistemas presentes en la zona. Otro rasgo de Geoparkea, además de sus reducidas dimensiones, lo apunta su gerente, Leire Barriuso: "una gran densidad de población humana". Lo cierto es que estos contornos llevan habitados desde la prehistoria, como atestiguan las pinturas rupestres de la cueva de Ekain, declaradas Patrimonio de la Humanidad, o los colgantes magdalenienses hallados en Praileaitz. Para dar más relieve a esta realidad se ha puesto en marcha una ruta musealizada llamada El Valle de la Prehistoria (Historiaurreko Bailara) que parte de la playa de Deba. En esta villa, ubicada en la desembocadura del río homónimo, nos espera la informadora turística Nerea Lazkano para acompañarnos por un escueto casco histórico que luce joyas como el pórtico policromado de la iglesia de Santa María. El extremo occidental del geoparque lo ocupa Mutriku, un encantador pueblo de intenso sabor marinero cuyos palacios y coloridas viviendas escalan las laderas del monte. Su plaza principal, dedicada al olvidado héroe de Trafalgar Cosme Damián Churruca, concentra el ayuntamiento, la neoclásica iglesia de Nuestra Señora de la Asunción y la oficina de turismo. Su responsable, Marta Amonarriz, nos invita a conocer el puerto y los fósiles gigantes expuestos en el museo Nautilus. De camino hacia Zumaia –dirección Donostia–, debemos detenernos en el entorno de Sakoneta, una de las estampas más famosas de esta costa, donde el verde de las lomas se funde con el hojaldre gris de los acantilados y el azul oscuro de un Cantábrico que, en marea baja, deja al descubierto la impresionante plataforma conocida como rasa mareal. Ya en territorio zumayano, son visitas imprescindibles la playa de Itzurun y las casas torre que brotaron al calor del puerto y los astilleros de la ría del Urola. Damos un buen paseo con la guía Jone Esnal antes de conocer a Inazio Manterola y Beñat Ibaieta, de la asociación Beduola. Este colectivo de locos románticos se dedica a resucitar embarcaciones tradicionales y sobre todo a preservar el saber de los desaparecidos carpinteros de ribera. Porque lo inmaterial, la cultura, es el gran tesoro de este rincón de Euskadi; también lo es su antiquísima lengua, de la que hablamos con el traductor y técnico de euskera Imanol Azkue.

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