El puente otomano que cruza el caudaloso Neretva, alma y orgullo de Mostar desde el siglo XVI, fue una de las víctimas materiales de la Guerra de Bosnia. Tras una larga y meticulosa obra de restauración, el Stari Most –origen del nombre de la ciudad– pudo ser reinaugurado en 2004. Las autoridades intentaron escenificar con ello el reencuentro entre las dos orillas de Mostar, enfrentadas hace casi treinta años pero aún lejos de la reconciliación entre bosniacos musulmanes y croatas católicos. Y aunque la herida de la guerra civil tardará en cerrarse, esta hermosa y reconstruida urbe del sur de Bosnia-Herzegovina recibe a los viajeros con los brazos abiertos. El título de Patrimonio de la Humanidad otorgado por la Unesco al conjunto del puente y el casco viejo ha contribuido a llenar de turistas las calles del bazar, las mezquitas, iglesias y casas de época turca. Un paseo por la historia que no puede obviar la más reciente, palpable en los impactos de mortero que todavía se aprecian en ciertas fachadas. O en la resignificación de lugares como la colina de Hum, desde donde la artillería croata castigaba los barrios musulmanes del este. Especial emoción produce la Plaza de España, donde un monumento recuerda a los militares españoles fallecidos en Mostar durante la misión de paz de Naciones Unidas. Nos guía en la visita a la ciudad el informático mostarcense Edin Kapić, testigo directo de sus años más duros. Contamos también con el escritor y traductor Marc Casals, autor de 'La piedra permanece. Historias de Bosnia-Herzegovina'. El retrato lo completan Javor Sliško y otras dos naturales de Mostar: las profesoras universitarias Emina Junuz y Edvina Hanic. Con esta última seguimos viaje hacia el sur para conocer Blagaj, Počitelj y la cascada de Kravica.
Nómadas
Mostar y los puentes soñados
24/09/2022
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