Dicen que representa el equilibrio perfecto entre ciudad y naturaleza. La bicicleta puede ser una gran aliada para descubrir todo el verdor que envuelve a esta capital de la región histórica de Anjou: el parque de Balzac, sus jardines, los cercanos viñedos del valle del Loira... Con solo mencionar ese río viene a la mente la famosa colección de castillos que ennoblecen sus orillas. Angers no es una excepción: su magnífica fortaleza, protegida por 17 torres cilíndricas de toba y esquisto, presenta un aspecto sobrio e inexpugnable. Su interior resulta mucho más dulce, con floreados jardines y edificios que cobijan, entre otros tesoros, el tapiz medieval más grande del mundo: una joya de 104 metros de longitud tejida en lana con motivos del Apocalipsis. Callejeando por este barrio antiguo, trufado de casas de los siglos XV y XVI con sus características fachadas de entramado de madera, alcanzamos la catedral de San Mauricio, un templo gótico con dos torres de dimensiones contenidas, y el corazón peatonal de la villa: la Place du Ralliement y su hermoso teatro. Al otro lado de La Maine –afluente del Loira que parte en dos la ciudad– se extiende el barrio de La Doutre, donde el antiguo hospital de San Juan cobija una revisión contemporánea del tapiz del Apocalipsis: el inquietante Le Chant du Monde, donde Jean Lurçat saca a pasear los fantasmas de un hipotético ocaso nuclear de nuestra especie. El guía local Jean-Louis Fontaine y Olivier Bouchereau, de la oficina de turismo de Angers, nos acompañan en este paseo urbano. Sin abandonar la región de Países del Loira conducimos noventa kilómetros hacia el sur para vivir la historia de Francia en el Puy du Fou, un parque temático que despliega una veintena de sorprendentes espectáculos. Lo recorremos en compañía de su presidente, Nicolas de Villiers, del cetrero Yannis You y de Xavier Hay, uno de los miles de voluntarios que hacen posible el apabullante espectáculo nocturno La Cinéscénie.
Nómadas
Angers: de ríos y castillos
31/08/2019
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