La más pequeña de las islas Pitiusas se esfuerza por conseguir el complejo equilibrio entre la llegada de visitantes –su indiscutible motor económico– y la conservación de los valores culturales y naturales que la convierten en una excepción en el modelo turístico de Baleares. Formentera hace de la tranquilidad bandera y nos propone recorrer sin prisas unos parajes que ofrecen acusados contrastes pese a sus modestas dimensiones.
Nuestro viaje sonoro comienza de la mano del naturalista Jordi Serapio, que desde el mismo ferry que conecta Ibiza con el puerto formenterense de La Savina ya nos invita a identificar santuarios de vida como la pequeña isla de Espalmador, al norte de la península playera de Es Trucadors, los fondos marinos tapizados de posidonia oceánica o el entorno de dos lagunas: el Estany des Peix y el Estany Pudent. Nos encontramos en pleno parque natural de Ses Salines, protegido corredor marino y terrestre que toma su nombre de una actividad tradicional; la conocemos con el refundador de las salinas, David Calzada.
Nuestro recorrido continúa hacia la punta suroeste, un cabo de abrupto perfil señalizado por el faro de Cap Barbaria (famoso por su aparición en la película de Julio Medem Lucía y el sexo). Más elevado, en la punta oriental de la isla, se yergue el blanco faro de La Mola, que descubrimos con la técnica de turismo Susana Braggio. Estamos ya en las proximidades del pueblecito de El Pilar de la Mola, que también conserva un hermoso molino del siglo XVIII. Nos acompaña en esta parte del camino Josep Rubio, autor del libro Formentera, una mirada al pasado y jefe de informativos de Ràdio Illa, la emisora pública de la isla. Al bordear la costa noreste, a la altura de la aldea pesquera de Es Caló, recordamos duras historias de la época preturística de este pequeño territorio insular que tiene su capital en Sant Francesc.
Con la ayuda de la periodista Isabella Noble, autora de guías Lonely Planet, y de Carlos Bernús, gerente de promoción turística del Consell de Formentera, conocemos la población costera de Es Pujols, que concentra la mayor parte de los hoteles, y el sabor auténtico de Sant Ferran. No puede faltar una visita a playas y calas como Saona, Migjorn o Ses Platgetes, espacios que combinan rocas, arenas blancas y aguas turquesas.