Para muchos turistas la ciudad más poblada de Sudáfrica es un simple punto de acceso o lugar de paso hacia algunas de las atracciones naturales y paleontológicas más importantes del país, sea la llamada Cuna de la Humanidad –al noroeste de Johannesburgo– o el exuberante Parque Nacional Kruger, en el extremo nororiental. Incluso la capital administrativa, Pretoria, distante sólo cincuenta kilómetros, parece un destino mucho más amable que la enorme y aparentemente caótica Joburg, como la apodan sus cuatro millones de habitantes. Sin embargo pasarla por alto sería un gran error para todo aquel que aspire a comprender la compleja realidad social sudafricana. Visitar las casas de Nelson Mandela o Desmond Tutu en el suburbio negro de Soweto, sumergirse en los años duros del apartheid, apreciar el renacimiento del distrito central de negocios y la historia contenida en Constitution Hill son experiencias muy necesarias. Caminamos por Johannesburgo y sus alrededores en compañía de tres residentes de origen español: Andrea Luisa Santoyo, Pablo Alonso y Laura Esteban (los dos últimos, profesionales del turismo de la agencia Sawa Expeditions). Además descubrimos el Parque Kruger guiados por Lisa Milner, gerente de Rhythm Africa Tours and Safaris, y el Museo del Apartheid con su directora adjunta, Wayde Davy.