Teruel, mirador hacia el espacio y el tiempo

La más meridional de las provincias aragonesas es lugar privilegiado para observar la historia de nuestro planeta y las maravillas del universo. Teruel es tierra de dinosaurios, noches cuajadas de estrellas y leyendas que conectan con un pasado emocionante. Lo conoce bien el escritor Javier Sierra, que sobrevuela con nosotros, en estos últimos coletazos del confinamiento, algunos de los rincones que más le han marcado en su patria chica. Comenzamos ruta en la capital, donde el cronista oficial Vidal Muñoz nos invita a descubrir la ciudad de los amantes, embellecida con la más extraordinaria colección de arquitectura mudéjar. En nuestro recorrido resuenan ecos templarios al pasar por el Maestrazgo, donde nos recibe el presidente de su asociación de empresarios turísticos, Javier Oquendo. La contigua comarca de Gúdar-Javalambre esconde curiosidades como la réplica de la Escala Santa de Roma en Cabra de Mora o el museo dedicado al pintor abstracto Salvador Victoria en el pueblo que lo vio nacer: Rubielos de Mora. Su viuda, Marie Claire Decay, nos abre las puertas de ese antiguo hospital rehabilitado que hoy alberga una impresionante muestra de artistas contemporáneos más propia de una gran urbe. No muy lejos, en el Observatorio Astrofísico de Javalambre los científicos escrutan los enigmas del cosmos bajo uno de los cielos nocturnos más puros que existen. Otra estrella, en este caso gastronómica, aguarda en el cercano pueblo de Sarrión. Desde allí el presidente de la Asociación de Truficultores y Recolectores de Trufa de Teruel, Julio Perales, nos introduce en el mundo de ese apreciadísimo hongo negro. Nuestro camino prosigue por la localidad de Libros, donde Javier Sierra nos ofrece alguna pista sobre el inminente lanzamiento de El mensaje de Pandora, obra escrita durante el estado de alarma. Antes de despedirnos en el rojizo castillo medieval de Peracense, sucumbimos a los encantos de Albarracín, localidad exquisitamente preservada y restaurada donde la piedra habla. Buena parte del mérito la tiene la Fundación Santa María de Albarracín, cuyo director gerente, Antonio Jiménez, es nuestro anfitrión.