La relación del gran explorador escocés con este país del sur de África desborda la metáfora: David Livingstone dejó su corazón en Zambia. Lo dejó de verdad, aquí está enterrado en el poblado donde murió después de escribir las páginas más gloriosas de la exploración del continente. Fue él quien bautizó las espectaculares cataratas Victoria (hoy en la frontera con Zimbabue) en homenaje a su reina. Hoy, medio siglo después de la descolonización británica, el país presenta una gran diversidad étnica y lingüística en convivencia con los aires de la globalización. Así Lusaka, la capital zambiana, nos ofrece una cara moderna, con altos edificios en su centro de negocios, y otra cargada de cruda realidad: las barriadas de chabolas donde reside la mayoritaria clase baja llegada del campo.