Adolfo Bioy Casares empieza a interesarse por la literatura siendo un niño. La gran biblioteca de sus progenitores, una acomodada familia bonaerense, despierta en el futuro escritor una esmerada curiosidad por este arte que se ve acrecentada cuando en los años 30 traba amistad con Jorge Luis Borges.
Abandona la universidad para escribir pero sus primeras obras no triunfan. La invención de Morel, un clásico contemporáneo, le lanza al estrellato y Bioy Casares comienza a ganar premios.
Es asiduo colaborador de publicaciones y se convierte en el maestro del cuento construyendo relatos fantásticos que después serían llevados al cine. Bioy Casares obtuvo numerosos reconocimientos por su obra, uno de los más importantes fue el Premio Cervantes en 1990.