De sangre azul, Elena Poniatowska prefirió la tinta negra de las máquinas de escribir para dedicarse primero al periodismo y después a la literatura. Su pluma le ha servido para denunciar las injusticias del mundo y sobre todo las de México, país al que llegó con 10 años desde París.
A esa edad tuvo que aprender español, lengua que le ha servido para escribir obras como La noche de Tlatelolco, Tinísima o El tren pasa primero.
La mujer y los avatares de los más desfavorecidos han sido los protagonistas de sus crónicas y de sus novelas. Trabajos que le han hecho merecedora de numerosos premios y distinciones, el último el Cervantes: el máximo galardón literario de nuestras letras que en 2013 tuvo acento mexicano.
El reconocimiento a Poniatowska es el más reciente, el fallado el pasado año, concedido hace tan solo unos días en el Paraninfo de la Universidad Complutense de Madrid. El discurso de aceptación de la autora mexicana estuvo repleto de alusiones a los que menos tienen en América Latina. Hoy lo recordamos en esta nueva edición de Palabra de Quijote.