Vendimia, principio y final, inicio y meta de una añada… Vida, emoción, caos, amistad, compartir, palpitar y a veces también fibrilar. Es el momento, es el instante y el infinito, la eternidad. Es la fiesta, la alegría de cada final de jornada y la ledicia de cada nuevo amanecer. Las bodegas tienen sus sonidos, sus ruidos, su ajetreo; y tiene sus ritmos. Melodías que surgen de un reproductor, cadencias que armonizan las intensas y extenuantes horas de trabajo. ¿Qué música marca las emociones que surgen en vendimia?
Una docena de artesanos bodegueros de este país han compartido con Placeres mundanos sus sentimientos, y también sus canciones, o por lo menos alguna de esas músicas que dan latido a la vida. Viajamos al Ribeiro gallego con Iria Otero; pasamos por Rioja, donde nos cruzamos con Artuke, con Roberto Tentenublo y también con Iker, de Bodega Hontza. En Cataluña escuchamos a Salva de Cosmic Vinyaters. Y siguiendo por el Mediterraneo, hacemos parada en Valencia, cerca de Requena, para saludar a Juan y Susana de Bodegas y Viñedos Pigar.
Antes habíamos puesto la antena con Roger de Celler Les Foes. Y siguiendo camino hacia el sur, nos detuvimos a saborear los ritmos de Julia Casado, La del Terreno. Volviendo al sistema Ibérico, descubrimos a Esmeralda, de Verdejos de Segovia. Todo había empezado en Canarias, donde Carmelo, de Bien de Altura, nos adelantó sus primeras impresiones y donde Alfonso Torrente, de Envínate, nos descubrió Tenerife (aunque también trabaja en la Ribeira Sacra, o quizá debería decirlo al revés). La última parada, Gredos.
La vendimia es SER, no ESTAR.