Este riojano es el hombre que mejor ha puesto alma a cada una de las imágenes del viñedo, de la tierra donde surge la emoción, de esa naturaleza que nos hace vibrar.
Un adelantado a cada una de las etapas que le ha tocado vivir. Él supo ver la importancia de llevar a la cultura a la calle, cuando todavía no sabíamos ni que significaba la palabra cultura; supo abrir la primera sala de exposiciones de fotografía en Logroño, formó parte del grupo de insurrectos que nos abrieron el corazón, cada enero, con lo más novedoso del pop, organizando Iberpop, desde 1984, y además fue quien diseñó aquel transgresor cartel del primer festival.
Enamorado de los placeres mundanos, de los buenos vinos, de la buena cocina, de los destilados que alimentan el espíritu, tuvo los bemoles de abrir un hechicero restaurante mexicano en Logroño, La Doña.
Jesús Rocandio, todo un espíritu hedonista