La agricultura sufre un desperdicio colosal de nitrógeno que provoca estragos en la naturaleza. Es la conclusión a la que ha llegado la investigadora del CREAF, Estela Romero, que sostiene que el uso masivo de nitrógeno en fertilizantes agrícolas nos ha llevado a un aumento en el rendimiento agrícola, pero también a un desperdicio de casi el 80% de este elemento químico. Lo que comporta un exceso de nutrientes en el agua con la consiguiente pérdida de oxígeno que supone una amenaza para los organismos acuáticos y la calidad del agua - o el mismo exceso de nutrientes en la tierra - que provoca la acidificación del suelo y la contaminación atmosférica, con la emisión de gases de efecto invernadero y la agudización del calentamiento global.
Implementar más agroecología, reconectar agricultura y ganadería, incentivar los sistemas circulares para recuperar el nitrógeno de las aguas residuales o cambiar nuestros hábitos alimentarios son acciones clave para hacer compatible la alimentación y el bienestar humano ligado a unos ecosistemas sanos. Sin embargo, muchos productores son reticentes a hacer estos cambios, por eso la ciencia propone medidas coordinadas que los ayuden a hacer la transición y acompañen políticas cada vez más estrictas.