La necesidad de plantar árboles
“…A tres años de haber comenzado, seguía plantando árboles en soledad. Había plantado ya cien mil. De estos cien mil, veinte mil habían germinado. De estos veinte mil, consideraba que todavía se perderían la mitad, por causa de los roedores o por cualquier otro designio de la Providencia imposible de predecir. Quedarían entonces diez mil encinos que podrían crecer en este lugar donde antes no había sobrevivido nada…”.
Este fragmento del cuento alegórico de Jean Giono, «El hombre que plantaba árboles» nos recuerda la necesidad de hacerlo. Publicado en 1953, cuenta los esfuerzos de un pastor para convertir un desolado valle en las estribaciones de los Alpes, cerca de la Provenza francesa, en un bosque.
Cada minuto se destruye una superficie forestal equivalente a 36 campos de fútbol. Al año, son más de 13 millones de hectáreas perdidas, una superficie forestal equivalente al tamaño de Grecia. Los árboles son los pulmones del planeta por lo que las consecuencias son doblemente negativas: aproximadamente el 17% de las emisiones de CO2 son producto de la deforestación. Globalmente la pérdida de bosques tiene más impacto en las emisiones de efecto invernadero que todo el sector del transporte.