En la trigésima quinta entrega de Poesía Exterior, como una lágrima de satisfacción que va de un ojo al otro para nunca gastarse, conversamos con Soledad Serrano Fabre —actriz de teatro de voz y experta en lírica clásica— acerca de la genuina existencia de la poeta chileno-española Concha Zardoya; de sus casi 70 libros entre poesía, ensayos sobre poesía y un puñadito de cuentos de sustrato poético que hacen, de este ser humano de expresión sencilla y técnica deslumbrante, unas de las mentes más disciplinadas y generosas de la historia del panorama poético en lengua castellana.
Para quienes aún no han tenido la valentía de aproximarse a su cráneo, a su profunda defensa de la cultura con una vida plagada de dificultades y la constante certeza de ser poeta en todo momento; ésta es una ocasión propicia para no volver a desdeñar la oportunidad.
La poesía, argumentó Concha Zardoya, “es la sangre común, hereditaria, el legado que nos hermana, transfigura sufrimientos y gozos en palabras”. Y para ello se vale del verso blanco corto o largo, de la estrofa rimada y de cualquier otro recurso estilístico que se encuentren a su alcance: símbolos, metáforas, juegos de palabras, parábolas, epítetos, neologismos, encadenamientos, personificaciones... Estamos ante una bellísima demostración de que se puede cocinar un cocido de 300 formas diferentes, algunas que parecían inicialmente imposibles y que terminan, en los libros de Concha, enamorándonos a todos a las papilas gustativas.
Desconfía de quienes desconfíen de tus sueños, porque nunca fueron capaces de poner en marcha los suyos.
¡Feliz Júpiter!