“Si nos adentramos en nuestros recuerdos de infancia -diría en su obra Anatomía de la inquietud, Bruce Chatwin, uno de los más originales escritores de viajes de nuestra época- primero recordamos sobre todo los caminos, antes incluso que las cosas y las personas: los caminos del jardín, el camino a la escuela, el camino a casa, los caminos entre el helecho o en la hierba alta”.
Autor de libros bellos y fascinantes, hoy ya legendarios para muchos lectores de todo el mundo, como son En la Patagonia (1977), El Virrey de Ouidah (1980), Colina negra (1982), Los trazos de la canción (1987), Utz (1988), ¿Qué hago yo aquí? (1989) o Anatomía de la inquietud (1997) el escritor británico Bruce Chatwin (nacido en 1940 en Sheffield, Yorkshire y fallecido en Niza, Francia, en 1989) se iniciaría algo tardíamente en la literatura, ya que venía del mundo del arte. Aun así, desde finales de la década de 1960, en publicaciones tan variadas como el Sunday Times Magazine, Vogue o el New York Review of Books, Chatwin ya había probado suerte en la escritura de las más diversas maneras: reportajes, crítica literaria, cuentos semi-ficticios, o bien meditaciones personales. La colección, publicada en 1996, siete años después de su muerte, y titulada Anatomía de la inquietud, reuniría textos con los grandes temas de su obra: es decir, las raíces y el desarraigo, el exotismo y el exilio, la posesión y la renuncia, o bien la metafísica del nomadismo.
A su fallecimiento, las cenizas de Chatwin se esparcieron junto a una capilla bizantina en Kardamyli, en el Peloponeso, cerca del hogar de uno de sus más grandes mentores y maestros, el escritor de viajes igualmente magistral Patrick Leigh-Fermor.