Pocos temas, injusticias y crisis de nuestra época serían eludidos por la escritora británica Doris Lessing en sus obras. Experiencia vital, análisis de la vida íntima y social, junto a una fuerte conciencia ética y una constante denuncia de las desigualdades de todo tipo se darían cita y caracterizarían la ingente obra de esta autora, uno de los ojos más insobornablemente independientes de nuestro siglo recién acabado. Hija de un oficial del Ejército británico, Doris Lessing sería una de las mejores escritoras en lengua inglesa contemporáneas junto a la fallecida Iris Murdoch y la sudafricana Nadine Gordimer. Nacida en 1919 en Kermansha (Persia, hoy Irán) y fallecida en Londres en 2013, sería galardonada con el Premio Nobel de Literatura en 2007. En 1924, cuando solo era una niña, su familia se trasladaría a Rodesia (hoy Zimbabue) donde poseían una granja de “dimensiones africanas”.
Como se mostraba en su obra El sueño más dulce, a Doris Lessing, que le tocaría experimentar en su propia carne y en su propia obra, lo mismo que a la novela de su tiempo, todo tipo de manipulaciones ideológicas, estéticas y genéricas, le gustaba adjetivar las últimas décadas del siglo pasado. Unas décadas turbulentas que para ella y para muchos significarían auténticos seísmos personales y generacionales. Son “los inocentes sesenta”, pero también estará “la maldad de los setenta” o “la fría codicia de los ochenta”, vicios característicos, acontecimientos, que dejarían su impronta, su marca de fábrica, y que seguirían coleando, como ella diría, “una década después”, o sea, en los noventa de clausura en el aprendizaje de nuestra modernidad.