"Entre los escritores <vivos> -dice Elías Canetti en la nueva edición recién aparecida en Galaxia Gutenberg de El otro proceso, su magnífico y magistral ensayo del año 1968 en torno a la obra de Kafka- Kafka es el único con el que realmente me siento vinculado, al que admiro tanto como a los antiguos. Lo percibo como alguien <vivo>, no porque ahora tendría sesenta y cuatro años, sino porque es plenamente de nuestro mundo y lo será siempre; o quizá debamos decir que el mundo será como él. No hay en él nada superfluo. A pesar de toda su prolijidad, tiene la simplicidad de todas sus ramificaciones”.
Como el célebre y perturbado sabio, el profesor Kien, protagonista de su inmortal obra maestra Auto de fe, de 1936, Elias Canetti (Ruse, Bulgaria, 1905 – Zurich, 1948) también quiso "haber vivido en todas las épocas", no solo en las que correspondieran a su querida China milenaria. Testigo de la excepcional fuerza destructora, y a la vez creadora, que desprendía a cada paso el delirio de su época, de todas y cada una de sus violentas turbulencias intelectuales y patologías de masa, este gran premio Nobel de Literatura de 1981 se convirtió en uno de sus más inequívocos transmisores.