Entre los diarios y escritos más interesantes que han ido apareciendo estos últimos años sobre el periodo del nazismo en Alemania – y exceptuando a autores como Jünger o a Joachim Fest- predominan sobre todo los de intelectuales de izquierdas y los de escritores judíos. Y, muy frecuentemente, de los dos al mismo tiempo, como sería el caso de Victor Klemperer y su magnífico LTI, La lengua del Tercer Reich. Pero escasean los de los disidentes del mismo bando de los verdugos: es decir, esa derecha conservadora y ultranacionalista, en muchos casos ferozmente antisemita, así como sumamente clasista y reaccionaria que, de forma curiosa, pese a su repugnancia inicial, acabaría aupando al poder, tragándose muchos reparos “formales”, por así llamarlos, a Hitler y sus secuaces. Pocos serían los que se mantendrían lúcidos y críticos desde el principio, desde aquellas mismas y compactas filas.
Este sería el caso de Friedrich Reck, nacido en 1884 en el Estado de Masuria, en la Prusia Oriental, hoy Polonia, y fallecido en el campo de concentración de Dachau en 1945. Reck dejaría escrito un excelente documento póstumo, Diario de un desesperado. Aparecido por primera vez en 1947, el libro, que narraba de forma pesimista y con verdadero asco el avance imparable del nacionalsocialismo y el efecto que iba produciendo entre los círculos conservadores donde él se movía, cubría un arco temporal
que iba de 1936 a poco antes de su muerte, que tendría lugar cuando ya estaba encarcelado en Dachau.