Delincuente y escritor, poeta del robo y la homosexualidad, del crimen y la traición, Jean Genet (París, 1910-1986) quiso trasformar, a través de la alquimia de una escritura suntuosa y deslumbrante, esos «vicios», según la ley y la sociedad, por una especie de «virtudes teologales» a la inversa. Con sus novelas, obras de teatro y poesía dejó el legado salvaje, desesperado e inigualable en su género, de un turbador homo-erotismo, permanentemente en pie de guerra y provocación, que alternaba de una forma lírica, y con barrocas y potentes iluminaciones, con una desgarrada reflexión sobre el deseo y la muerte.
De padre desconocido y abandonado por su madre a los pocos meses de nacer, el pequeño Genet sería sucesivamente asignado a la Asistencia Pública y a unos campesinos de Morvan (en Borgoña) que lo adoptarían. Comete su primer robo a los diez años, algo que funda su “mitología” personal y que inaugura su estancia en correccionales como el de Mettray, donde cristalizarían sus tendencias homosexuales. Desertor del ejército, vagabundo y ejerciendo la prostitución, inicia su carrera de delincuente, tras unos años de vagabundeo por Francia y España («España y mi vida de mendigo me dieron a conocer los fastos de la abyección», dirá en su novela autobiográfica Diario del ladrón, de 1949) acabando con sus huesos en la prisión de Fresnes, donde escribe su primer poema, «El condenado a muerte» (1942), publicado de forma clandestina.