Hay escritores que se apagan para siempre, como estrellas o meteoritos fugaces de su tiempo, y otros que, en cambio, una vez desaparecidos, son infatigablemente buscados y rastreados por ejércitos de fans y exégetas. Sus huellas se convierten en algo precioso, lo mismo que la búsqueda ansiosa por encontrar alguna línea o libro traspapelado, algún viejo arcón o maleta ignorada, fuera de lo ya conocido y divulgado. Algo que, punto por punto, ya auguró para sus propias obras perdidas y no publicadas en vida el gran escritor francés Georges Perec (nacido en París en 1938 y fallecido en 1982), miembro activo del movimiento de vanguardia Oulipo, infatigable y exhaustivo catalogador de la vida cotidiana y de lo “infraordinario” en general y autor de obras fetiche de nuestra modernidad como La vida instrucciones de uso La vida instrucciones de uso (que fue Premio Médicis de 1978), La DesapariciónLa Desaparición, Je me souviensJe me souviens, Las cosas Las cosas, Ellis IslandEllis Island, Un hombre que duermeUn hombre que duerme, El gabinete de un aficionado El gabinete de un aficionado o bien Especies de espaciosEspecies de espacios, por citar solo algunas.
Autor de novelas, relatos, memorias, artículos, teatro, poesía, guiones de cine, de infinitos juegos verbales, jeroglíficos, palíndromos, lipogramas, anagramas o acrósticos, el culto de Perec no dejaría de crecer desde su muerte prematura en 1982, con tan sólo 46 años.