El escritor Leonardo Sciascia diría de Gesualdo Bufalino (nacido en Comiso, Sicilia, en 1920 y fallecido en el mismo lugar en 1996) que pertenecía «al grupo de esa joven literatura que publica por primera vez entre los cincuenta y los sesenta». Se trataba de un brillantísimo grupo, concretamente meridional, compuesto por escritores como el siciliano G. T. di Lampedusa o el autor de Cerdeña Salvatore Satta, por poner dos conocidos ejemplos. Autores que compartían esa tradición siciliana e isleña de filosofías del escepticismo, del humor morboso y la ironía afilada, de una gigantesca cultura libresca y, en cierto modo, de la misantropía.
Bufalino, con toda su obra y vida elaborada al margen de todo, sin apenas moverse ni viajar fuera de Sicilia, fue lanzado en su día por la pequeña, pero muy prestigiosa editorial siciliana Sellerio. Tras haber sido un total desconocido, como un caso más de los excéntricos de su isla, sería descubierto internacionalmente a los 60 años por su obra Perorata del apestado, una especie de nueva Montaña mágica, romántica y desesperada. Una primera novela que tenía bastante que ver con datos biográficos de su propia vida. Cuando en 1942, durante la Segunda Guerra Mundial, estaba estudiando en la Facultad de Letras fue llamado a filas. En 1943, en la región del norte del Friuli, sería capturado por los alemanes al día siguiente del armisticio. Logró escapar y se refugió en casa de unos amigos. Sin embargo, enfermo de tuberculosis, tuvo que ser internado primero en un sanatorio del norte y luego en otro cercano a Palermo, en Conca d’Oro, una vez llegada la Liberación.