Uno de los autores más leídos y más populares de la Alemania de entreguerras, al nivel de Erich Maria Remarque, autor de Sin novedad en el frente, Hans Fallada (nacido en Greifswald, en la Pomerania Occidental en 1893 y fallecido en Berlín), cuyo verdadero nombre era Rudolf Wilhelm Friedrich Disten, fue un conocido representante del movimiento de la Nueva Objetividad (Neue Sachlichkeit), una especie de neorrealismo que vino a sustituir al Expresionismo y en el que se le daba un papel preponderante a la autenticidad y al culto al reportaje. Hijo de un magistrado y autor de una nutrida obra plagada de éxitos, gran parte de la accidentada existencia de Fallada, que se vería marcada en gran medida por su adicción a los estupefacientes –lo mismo que Klaus Mann, de trágico final- se repartió entre hospitales mentales, prisiones y periodos de rehabilitación. Durante la época nacionalsocialista, y dada su gran popularidad, sería acosado sin cesar por los nazis, y en concreto por el Ministro de la Propaganda Goebbels, obsesionado en que escribiera una obra contra los judíos, y en la que alabara los logros del régimen hitleriano. Declarado “autor indeseable” en 1935, finalmente Fallada tomaría la decisión de dejar Berlín y retirarse a una finca en Mecklemburgo, de la que no regresaría hasta acabada la guerra. En 1947 dejaría escrita, poco antes de morir, una de sus más célebres y traducidas novelas, Solo en Berlín, que narraba la historia auténtica de una pareja de resistentes, Otto y Elise Hampel, que serían detenidos y decapitados en 1943. Pero sería sobre todo su novela Pequeño hombre ¿y ahora qué? (de 1932) alabada en su día por autores como Hesse y Mann, y ambientada en el turbulento y a la vez
magnético Berlín de entreguerras, la que daría la vuelta al mundo, convirtiéndose en un auténtico best-seller de su época.