Nacida en Zbarazh, Polonia, hoy Ucrania, en 1921, y fallecida en Tel Aviv, en 2011, Ida Fink, empujada por su padre, huyó junto a su hermana menor del gueto de su ciudad natal, en la región histórica de Galitzia, donde había sido deportada por los nazis en 1941. Su padre, médico, se quedaría refugiado en casa de unos campesinos hasta el final de la guerra, consiguiendo para ellas unos papeles en los que figuraban como arias. Las dos hermanas lograron sobrevivir, regresando a Polonia al acabar la guerra. Más tarde Ida Fink se iría a trabajar a Israel al Yad Vashem, la institución, museo y centro de estudios que vela por la conservación de la memoria del Holocausto. Allí, se ocuparía de la dura tarea de recoger los testimonios de los supervivientes del genocidio judío. Muchos de ellos le servirían de inspiración para sus magníficos relatos. Con el tiempo, con libros como El viaje, Huellas o Un pedacito de tiempo, Ida Fink se convertiría en una de las más grandes maestras del relato corto que ha habido en el pasado siglo. Escritora en lengua polaca a lo largo de toda su vida, a pesar de trasladarse a vivir a Israel en 1957, su especialidad, casi de forma invariable, fue narrar el Holocausto que había vivido en su juventud. Un trauma tantas veces incomunicable para muchas víctimas en el que Fink destacaría con una literatura de una calidad excepcional, dotada de una rara, metafísica y concentrada intensidad perturbadora.
Por las fronteras de Europa
Ida Fink: hay que esperar a que terminen
29/04/2024
10:14