En uno de los magníficos ensayos (Ensayo de Hamburgo) que el escritor húngaro judío Imre Kertész (nacido en Budapest, en 1929 y fallecido en esa misma ciudad en 2016), premio Nobel de Literatura de 2002, reunió en su libro Un instante de silencio en el paredón. El Holocausto como cultura, este autor se presentaba sintéticamente ante el lector: «Nació en el primer tercio del siglo XX, sobrevivió a Auschwitz y pasó por el estalinismo; presenció de cerca, en tanto habitante de Budapest, un levantamiento nacional espontáneo, aprendió, como escritor, a inspirarse exclusivamente en lo negativo, y seis años después del final de la ocupación rusa llamada socialismo – o, si se quiere, del siglo XX desde un punto de vista histórico – encontrándose en el interior de ese vacío voraginoso que en las fiestas nacionales se denomina libertad y que la nueva constitución define como democracia – aunque también lo hiciera la anterior, la socialista – , se pregunta si sirven de algo sus experiencias o si ha vivido del todo en vano». Ésta era la melancólica, desencantada, e irónica, como siempre, propuesta sobre sí mismo y sobre su inserción en el devenir europeo colectivo que Imre Kertész introducía una vez más en el corazón de uno de sus textos. Difundido fuera de las fronteras de Hungría sobre todo tras la caída del Muro y, en especial, a través de Alemania, donde desde hace años se le consideraba ya como todo un clásico, Kertész ha sido uno de los mejores escritores de nuestra época. Además de ello, un escritor que ha continuado discursos tan terribles como magistrales y necesarios comenzados en la segunda mitad del siglo XX por autores como Primo Levi o Paul Celan.
Por las fronteras de Europa
Imre Kertész: Un instante de silencio
11/07/2023
10:41