Era un genio que avergonzaba a muchos, pero que había cambiado el rumbo de la literatura de su tiempo. Ya en la cumbre, con todos los honores recibidos, incluido el premio Nobel de Literatura de 1920, octogenario pero en absoluto senil, Knut Hamsun sería juzgado y condenado como traidor a su patria, al finalizar la Segunda Guerra Mundial.
Siempre sería un agreste ingobernable, venido de las montañas del Gran Norte, un ser marginal lleno de rencores propios y heredados por la memoria popular que anidaba en lo más profundo de los mitos y supersticiones de su pequeña nación, Noruega, en la periferia de Europa. Una periferia de lujo que, en una misma época, realmente prodigiosa, y en una misma zona, alumbraría a revolucionarios en todos los campos del arte como, por ejemplo, August Strindberg, Henrik Ibsen, Edvard Munch y él mismo: Knut Hamsun (Vaga, 1859 - Grimstad, 1952). Hamsun sería el autor de obras tan maravillosas, feroces y rupturistas como Hambre (1890), Misterios (1892), Pan (1894) y Vagabundos (1927).