En Déjame, única obra dejada escrita por la francesa Marcelle Sauvageot (nacida en Charleville en 1900 y fallecida en el Sanatorio de Hauteville en 1934) se daba cuenta de un desgarro íntimo, no menos traumático que muchos de los que se daban en aquellos años en guerra. El telón de fondo era la vida pendiente de un hilo de la joven autora que dejaría a la posteridad el legado de un breve e impresionante epistolario de dirección única.
El motivo que la llevaría a sacarlo a la luz no era otro que lograr explicar y exponerse a sí misma, a la vez que a un incierto exterior, la negativa a prolongar la enfermedad y agonía de un amor recién acabado. Un amor cuyo fin corría paralelo a los estertores a los que su propia salud, aquejada de tuberculosis, la conducían en ese momento. Escéptica sin cesar con la capacidad para ser entendida y para hallar “el tono conveniente” (“¿cómo hacer sentir todo el trastorno que produce una emoción en el momento preciso en que ocurre?” dirá en su conciso libro o misiva); dispuesta por entero a entregarse -como decía- al “vértigo de un vacío en el que el corazón, privado de amor, se siente desfallecer al pensar en los nuevos días que vendrán”, Marcelle iniciaba con su “comentario” personal la respuesta a una carta de ruptura recibida previamente por parte de su, hasta hacía poco, amante.