Autor de algunas de las mejores y más significativas obras de la literatura de la posguerra europea, el escritor suizo Max Frisch (nacido en Zúrich en 1911 y fallecido en la misma ciudad en 1991) dejó tras de sí una importante producción, repartida entre novelas, obras de teatro, o bien diarios y ficciones autobiográficas como Montawk (1975). Su crítica feroz se dirigía tanto al nacionalsocialismo y la persecución racial de la época nazi, como a la hipocresía desmemoriada de las nuevas democracias surgidas al finalizar la guerra. En ningún momento dejó de utilizar la ironía y la sátira y lo hizo incluso a la hora de tratar temas espinosos como el incesto – en su forma de recreación contemporánea del mito de Edipo Rey– tragedia central presente en la magnífica novela Homo Faber (de 1957). Experto en explorar los temas de la alienación y la identidad, de la culpa y la inocencia, o de la omnipotencia técnica y deshumanizada contemporánea tras la muerte de Dios decretada por Nietzsche, a lo largo de las décadas de los 50 y 60 Frisch compuso algunas de sus más conocidas obras, que alcanzaron una enorme difusión internacional, como es el caso de las novelas No soy Stiller (1954) y la citada Homo Faber (llevada al cine en 1991 por Volker Schlöndorff, con el título de Voyager). Junto con Friedrich Dürrenmatt, nacido en 1921 y fallecido en 1990, Frisch fue uno de los dos grandes escritores suizo-alemanes de la segunda mitad del siglo XX. Ambos fueron, entre otras cosas, novelistas y dramaturgos y obtuvieron el éxito mundial casi al mismo tiempo: Homo Faber apareció en 1957 y La visita de la vieja dama de Dürrenmatt lo hizo en el 56.
Por las fronteras de Europa
Max Frisch: Suiza como inspiración
07/05/2024
10:03