Recién llegada la democracia, un amigo fiel de Miguel Torga (nacido Sâo Martinho de Anta, en 1907 y fallecido en Coimbra, en 1995), considerado por muchos el mejor escritor portugués de la segunda mitad del siglo XX, junto al Premio Nobel de Literatura José Saramago, y autor de uno de los mejores diarios del pasado siglo, compuesto por 16 volúmenes, que cubrían un espacio temporal de 1932 a 1994, le hizo llegar la fotocopia del voluminoso proceso que a lo largo de la dictadura salazarista le había abierto la policía política de su país. De repente, como cuenta Torga en su magnífica y monumental autobiografía, La creación del mundo, dividida en 5 volúmenes, le dio la impresión “de que había perdido su identidad, de que lo más sagrado de ella se lo habían robado, lo habían mancillado”. Plasmada en aquellos papeles “violentos y anodinos al mismo tiempo”, como dirá, su vida “en vez de un esfuerzo tenaz y apasionado de coherencia y rebeldía, era una lista inconexa de instantáneas absurdas”. Posiblemente no le faltaba razón y ese era el fruto principal que conseguía cualquier dictadura, del signo que fuera: anular la identidad específica de cada individuo hasta el punto de que, borrándolo, se le hacía pasar, en un abrir y cerrar de ojos, por algo absurdo, anodino y, muy probablemente, prescindible
Por las fronteras de Europa
Miguel Torga: el gusto por la libertad
20/06/2023
09:03