Considerado durante mucho tiempo como “el más sabio” de los escritores vivos franceses, Pascal Quignard, es un erudito inusual dentro de su generación. Nacido en Normandía en 1948, latinista y helenista de formación, fue fundador y director durante años del Festival de Ópera y Teatro Barroco de Versalles. Su amplia obra como escritor está plagada de refinadas y minuciosas filigranas y rastros culturales, de poéticas divagaciones, entre históricas, filosóficas y estéticas a lo Caillois, Bachelard, Montaigne o Leiris, que hacen de él un verdadero estilista de la forma breve, concentrada y fragmentaria, del ensayo de creación literaria, en definitiva, muy a la francesa. Así lo mostró en su país con sus 56 Petits traités, de una exquisita belleza, publicados entre 1977 y 1991. En su obra exigente, turbadora, de textos en su mayoría inclasificables genéricamente hablando, flotan los fantasmas y las sombras de Sacher-Masoch, de Louis-René des Fôrets, del músico barroco Marin Marais -del que el director Alain Corbeau realizó, con su colaboración, una película basada en su libro Todas las mañanas del mundo; pululan también sombras y fantasmas de Marcial, de Spinoza, de Littré, o bien esas Tablettes de buis d’Apronenia Avitia, de 1984, diario ficticio de una patricia romana del siglo V. En 1969, Quignard, a petición del poeta Paul Celan, Quignard tradujo Alexandra, la última tragedia griega del mundo antiguo, escrita por Licofrón, en el siglo III antes de Cristo.
Por las fronteras de Europa
Pascal Quignard, entre la música y la literatura
30/05/2023
12:40