Escritor maldito, un concepto prácticamente perdido en nuestros días, a lo largo de diversas fases de su vida, el arisco Peter Handke (nacido en Griffen, Carintia, 1942) venía directamente de una nada complaciente ni transigente patria literaria, encarnada en nombres como Thomas Bernhard o la magnífica Ingeborg Bachmann. Eterno candidato austríaco a un premio Nobel que al final llegó, cosa que en cambio no sucedió con el gran Bernhard, Handke se ha visto envuelto en los últimos años en furiosas polémicas de carácter político, como cuando fue prohibida la representación de una obra suya en la Comédie-Française, tras haber asistido al entierro de Milosevic, o al rechazar el premio Heine tras una ruidosa campaña levantada en su contra. Unas trifulcas que hacían olvidar siempre lo principal en su caso: que se trataba de uno de los más grandes escritores de nuestra época, autor de libros magníficos como El miedo del portero ante el penalti, 1970; Carta breve para un largo adiós, 1971; o Desgracia impeorable – sobre el suicidio de su madre, de origen esloveno, algo que le marcó profundamente y sobre lo que escribió un impresionante libro, para muchos de lo mejor de toda su producción–, de 1972. Otras de sus obras más conocidas son El peso del mundo, 1977; Ensayo sobre el cansancio, 1989; o El año que pasé en la bahía de nadie (1994).
Por las fronteras de Europa
Peter Handke: una literatura del desasosiego
28/05/2024
09:14