La Corte de Cuentas de Italia, el equivalente al Tribunal de Cuentas, pone el dedo sobre el despilfarro y termina por señalar que la mala gestión en el gasto es tan importante como la evasión fiscal. Un total de 60.000 millones de euros han sido dilapidados en los últimos tiempos (sin especificar más), según el tribunal fiscalizador. De los gastos por el terremoto del Aquila a la infinita lista de consultores, la mala gestión de la sanidad en Calabria, los falsos inválidos de Nápoles. Todos suponen una sangría para las arcas públicas que en estos tiempos difíciles debilita aún más al Tesoro. El país está lleno de ejemplos: la línea 3 del Metro de Roma debía haber sido inaugurada en el año 2000. El coste estimado era de 925 millones de euros. Doce años después de la fecha prevista de la inauguración, la obra ha costado más de 3.000 millones y aún no se sabe cuándo o, ni siquiera si se terminará algún día. En Palermo se destinaron 30 millones de euros a una sociedad que prometía pingües beneficios en inversiones en divisas. La empresa se fue a pique y los 30 millones se los tragó algún voraz agujero negro. Los ejemplos darían más que para una crónica para un programa monográfico como ese de la empresa que con 800.000 euros va a centralizar todas las máquinas de videopocker y nunca ha realizado su cometido. O como la partida del Ministerio de Asuntos Exteriores que, con 10 millones de euros, quería construir un hospital en Albania. El hospital nunca se vio. Los euros tampoco.