"Declaro ante vosotros que mi vida entera, ya sea larga o corta, estará dedicada a vuestro servicio". Isabel Alejandra María Windsor pronunciaba estas palabras el día en que cumplía 21 años, en 1947. Quién sabe qué habría dicho de sospechar que ese servicio se extendería a lo largo de 7 décadas. Este 6 de febrero se cumplen 70 años de la llegada al trono de Isabel II de Inglaterra, quien no estaba destinada a reinar y, sin embargo, celebra en esa fecha el Jubileo de Platino. De la mano del historiador hispano-británico Charles Powell, director del Real Instituto Elcano y Tom Burns Marañón, periodista y escritor, autor de ‘Historia mínima del Reino Unido’, repasamos los hitos más importantes de su reinado, que arranca en un país devastado por la II Guerra Mundial y deprimido por la pérdida de las Colonias. Capacidad de adaptación, responsabilidad, sentido del deber, entrega, servicio. Son palabras que utilizan ambos analistas para calificar su reinado, marcado por los cambios gigantescos que han sacudido al mundo en las 7 últimas décadas.
Isabel II lleva sobre sus hombros la corona del Reino Unido, es jefa de la iglesia anglicana y cabeza de la Commonwealth, pero quizá la carga más pesada sea la de su propia familia, el flanco más débil de su reinado. Hijos díscolos e irreflexivos, nueras egocéntricas, nietas políticas contestonas. La exposición pública de la familia real deja poco espacio al enigma, la magia que según los clásicos debería rodear a la Corona. Puede ser una condena pero también una bendición que los Windsor manejan con maestría. Pretender que sus súbditos pagaran la reconstrucción del castillo de Windsor tras un incendio siendo una de las personas más ricas del planeta; tardar 6 días en compartir con su pueblo el dolor por la muerte de Diana de Gales o no poner límites a sus hijos y nietos y no hacerles conscientes de sus privilegios. Son los números rojos de un balance que registra en la columna del haber su legado. Es un reportaje de Luisa Pérez y Javier Monterde.