"El soldado abre la mano tras haber extendido el brazo más allá de la muralla, el niño gime, se aferra, pero la mano está abierta, y de pronto tras un instante eterno de silencio y esperanza cae, cae y se despeña ante la mirada de su madre, que ahogada por el dolor y la incredulidad, se mesa los cabellos y se arrastra por el suelo arañando la tierra. Grita, pero sus súplicas no son atendidas. La compasión carece de espacio en la guerra" Es un relato del libro “Decir el mal” de la filósofa Ana Carrasco Conde, con ella reflexionamos sobre ¿Qué es el mal? ¿Cuál es su origen? ¿Es evitable? Aquel niño era Astianacte, hijo de Héctor y de Andrómaca. La mano abierta la de Neoptólemo, hijo de Aquiles. Pero el mito de la guerra de Troya también podría ser la realidad de Auschwitz, de Ruanda, de Camboya, de Siria o de Ucrania. Hoy encendemos el fuego de la cueva para iluminar el mal, para decir el mal porque no hay palabras para el dolor pero sí lenguaje para identificar las formas de hacer daño y poder indagar en las dinámicas que lo generan. Porque lo siniestro no es lo que está oculto, sino lo que estando a simple vista no vemos o no queremos ver.
Con Jaime García Cantero, nuestro arquitecto de futuros subimos a la Torre Eiffel y desde allí contemplamos hacia dónde se dirige el urbanismo. Y en nuestro túnel del tiempo recuperamos la voz de un gran sapiens de nuestra historia reciente, el escritor, miembro de la generación del 27, Jorge Guillén.
Bienvenidos a la cueva.
