En el siglo XV, Francia era un territorio dividido, invadido por los ingleses e inmerso en una guerra que duró más de cien años.
El hambre, la peste y la guerra diezmaron a la población. Mientras tanto, los ingleses avanzaban por el territorio galo, invadiendo Ruan, París y asediando Orleans, que resiste a duras penas.
De pronto, aparece una campesina, que no sabía ni leer ni escribir, pero que decía que actuaba por inspiración divina. Esta joven, llamada Juana de Arco, lograría restaurar a la familia Valois en el trono de Francia.
Juana, con trece años, aseguraba escuchar al arcángel San Miguel, a Santa Margarita y a Santa Catalina de Alejandría. Estas voces, decía, le revelaron una misión: ayudar al delfín Carlos de Valois a convertirse en rey de Francia y a liberar la ciudad de Orleans que estaba asediada por los ingleses.
Lideró en la batalla a las tropas francesas y pronto lograron pequeñas victorias. Aunque ella siempre dijo que solo portaba el estandarte y que jamás mató ni agredió a nadie.
Podo después, fue capturada y encarcelada. A pesar de que se hicieron varios intentos por rescatarla no lo lograron. Fue procesada y declarada culpable. Murió en la hoguera el 30 de mayo de 1431. Y en el siglo XX fue canonizada.
Maite Muniain, editora del programa Artesfera de Radio Exterior de España, nos acerca este personaje tan carismático que se convirtió, por deseo de Napoleón Bonaparte, en símbolo nacional de Francia.