¿Entonces, no os importa mucho llevar razón? –le pregunté a Frank Vercruyssen cuando acabamos de grabar la entrevista en la Cuarta Pared. “¡Claro que nos importa y queremos también que se haga lo que nosotros pensamos!”
Me quedé hablando un rato con él mientras el equipo recogía, porque tenía un runrún en la cabeza: no acababa de entender cómo se lo montaban. Un grupo de teatro que no tiene director, que no ensaya, ¿cómo hacen para sacar el trabajo adelante y para hacerlo tan bien… aunque fuera simplemente para hacerlo?
Los TgStan son una compañía de Flandes que ha visitado ya varias veces a nuestro país con montajes bastante peculiares. En esta ocasión han venido con un Pinter, “Traición”. Un texto complejo, un autor complejo, con desafíos para un actor, no digamos para tres ¿Cómo se coordinan precisamente estos tres actores cuando no están de acuerdo?
Discutimos mucho, me dijo. Hablan, hacen un intenso trabajo de mesa, dedican bastante tiempo al texto y la traducción. “Sí pero, aún así, se puede mantener una discrepancia” –insistí yo-. No se trata de acertar. Hay muchas formas correctas de hacer las cosas. ¿Qué hacéis entonces?”. “Se impone el criterio de la persona que va a decir la frase y se sigue adelante –me explicó-. La forma de hacer un personaje es responsabilidad del actor que interpreta. Nunca decidimos cómo los demás van a decir sus frases antes del estreno” –ahí vino la otra sorpresa. No es ya que no ensayen, es que además desconocen lo que van a hacer los compañeros. Para más inri, ninguno de ellos está obligado a decir sus frases cómo las dijo en funciones anteriores, o sea, todo puede cambiar de un día para otro sin previo aviso.
“Es una manera de vivir siempre en el presente” – le sugerí pensando en cosas que he ido hablando con otros entrevistados. Hay que vivir en el momento en que se está, para que la sensación de repetición, función tras función, se diluya. “Los actores son personas entrenadas para vivir en el presente” –me dijo un día el director británico Declan Donnellan. Vercruyssen asintió pero no parecía que fuera eso lo que me quería contar. “Siempre hay dos presencias en el escenario, la del autor con su texto y con sus personajes, y la de los actores”.
Quien haya visto una función de los TgStan comprenderá rápidamente lo que quiso decir. Cuando habla de la presencia de los actores, intenta recordarnos que ellos no desaparecen dentro del personaje, que, a pesar de la ilusión y de la ficción, continúan siendo personas que están haciendo un trabajo delante de un montón de gente que les mira.
Pongo ejemplos concretos, si se produce un sonido en la sala, los TgStan miran hacia el lugar de donde viene el ruido; cuando están en un país extranjero, a veces leen los sobretítulos en un gesto de complicidad con el espectador que escucha su lengua con acento flamenco; nunca se van de escena aunque no participen en la acción, se quedan mirando con discreción, pero sin disimulo, a sus compañeros, porque necesitan saber si han cambiado su interpretación y tienen que reaccionar a ese cambio. En definitiva, los TgStan no niegan que están haciendo teatro. ¿
Y por no negar, tampoco esconden los desacuerdos. Se notan –me dijo. Cuando a uno de ellos no le convence la forma en que un compañero dice una frase, el espectador puede percibir esa discrepancia. Está ahí, presente, tan presente como el cuerpo de los actores. No hacen nada para subrayar las diferencias de opinión, pero tampoco hacen nada para ocultarlas.
¿Por qué todo esto? ¿Por qué no seguir la visión de una sola persona y hacer un trabajo armónico, ajustado a una personalidad? No lo sé. Estaba tan fascinada por ver cómo conseguían no atascarse en medio de la polémica, que olvidé preguntarle por qué no les gustaba tener un director o ser directores.
“No nos ponemos de acuerdo pero hay que seguir avanzando”. Es como en las parejas –añadí. “Sí, eso es” -respondió.
Intuyo que detrás de este metodo hay una forma de entender la vida y las organizaciones humanas. La próxima vez que los vea se lo preguntaré. Yo, personalmente, veo algo profundamente honesto en eso de ser capaz de discrepar y seguir adelante jugando, viviendo, enfadándote y riendo con ésos que no opinan como tú pero que comparten un proyecto de vida.
- Géneros
- Cultura
- Idiomas
- Castellano