Se han convertido en una forma cada vez más habitual de comprar y de vender. Se necesita liquidez y buenos precios, todo está en venta y el mejor postor se lo lleva. Pero no siempre es un trato de mutua acuerdo: muchas subastas se abastecen de lo que la Seguridad Social embarga o la Tesorería decomisa en aeropuertos.
Las empresas de subastas han proliferado al ritmo de la crisis. Leticia es licenciada en Arte y se dedica, mazo en ristre, a subastar aquellos objetos de lujo que llegan a su negocio. En esta ocasión, los bolsos más exclusivos de particulares que quieren deshacerse de ellos. Muchos de sus objetos llegan de herencias. José por su parte asiste a una subasta cada día para comprar coches. Muchos proceden de embargos.
María fundó su empresa hace dos años. Ha pasado de dos a quince trabajadores. Lo mismo subasta un coche de lujo que una empresa en apuros.
La Tesorería de la Seguridad Social realiza subastas periódicas con objetos que embarga: desde el mobiliario de un bar o un hotel hasta infinidad de vehículos. También en los juzgados hay subastas semanales: ¿Es fácil pujar por un piso procedente de un impago hipotecario?, ¿qué requisitos son necesarios?, ¿cómo acceder a la información de esas subastas?
También hay quien cada día depende de una subasta para llevarse un jornal a casa. Es el caso de Nacho, pescador de gambas que lucha en la lonja de Villajoyosa porque su marisco salga lo antes posible y al mejor postor. En El Campello subastan el pescado directamente al consumidor, evitando intermediarios.
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