Sinopsis
El circo tiene casi tres siglos de historia, pero un mismo espíritu, porque ha sabido reinventarse: con nuevas costumbres, más conciencia y ya sin animales, con una Ley de Bienestar Animal muy reciente. En Circlássica, han vivido de cerca esa evolución como recuerda María González Villanueva, de Productores de Sonrisas: "Nosotros crecimos entre animales. Obviamente, el circo en su evolución, parte de lo que ha pasado, es que ahora ya no se permiten animales en pista.
"Pero no podemos negar de dónde venimos". Ella y su hermano Rafael, galardonados con el último Premio Nacional de Circo, han logrado adaptar fuera y dentro de la pista el espectáculo que fundaron sus padres hace 40 años: "Ahora mismo, lo que más nos está costando es encontrar un equipo técnico que se suba al carro. Antiguamente, había muchísima más gente, muchísimas más familias dedicadas a esas giras, incluso los artistas participaban en el montaje de las carpas. Es algo, ahora, prácticamente impensable”.
La magia sigue siendo la misma. Para el clown Francisco Jonathan Carrasco, "el circo es otra atmósfera porque tenemos público en 360 grados. Hay que hacer expresiones mucho más amplias para llegar hasta la última grada". En ciertos números no hay límites, pero sí tres cualidades que lo definen como el mayor espectáculo del mundo: la belleza, el riesgo y el humor. Entre los que son pura adrenalina, está el de ‘Súper Silva’, que representa a la tercera generación de una familia brasileña especializada en los “diez pasos de la muerte”. Cuenta que, como su padre y su abuelo, él no va a parar: "Necesito seguir". Solo cuatro personas en el mundo ejecutan ante el público un número de máximo riesgo, suspendido a 15 metros del suelo, sin red ni ninguna otra medida de seguridad.
